Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

viernes, 21 de octubre de 2011

LA TRAVIATA, VIOLETTA Y LA CALLAS.


La Traviata (La extraviada) es una ópera en tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basado en la novela de Alexandre Dumas (hijo) La dama de las camelias (1852). Piave y Verdi querían seguir a Dumas dándole a la ópera una ambientación  actual y contemporánea para aquel entonces, sin embargo  las autoridades del afamado Teatro de Venecia La Fenice insistieron en que se ambientara en el pasado, y decidieron que la historia se desarrollaría en el siglo XVIII. No fue hasta la década de 1880 que se respetaron los deseos originales del compositor y del libretista y se representaron producciones "realistas".

La obra fue estrenada, sin éxito, el 6 de marzo de 1853. El público se burló de la representación, dirigiendo sus burlas en el rol de soprano Fanny Salvini Donatelli en el rol principal de Violetta. La soprano, aunque una cantante excelente y aclamada, fue considerada demasiado vieja (tenía 38) y demasiado gorda por el público y la crítica para interpretar a la dramática y enfermiza Violetta, que al final muere, como todos sabemos de consunción, delgadez y debilidad.  

Giuseppe Verdi
Verdi había intentado previamente convencer al director de La Fenice para dar el papel a una soprano que se adecuara a las características reales de Violetta (Mujer joven y delgada) pero se impuso la dirección del teatro y de la diva Salvini Donatelli. El primer acto fue un triunfo total pero el resto fue un desastre y el público al final río a carcajadas, pues la escena no era real, y en vez de parecer un acto trágico, parecía una comedia.

Un año más adelante, después de muchas revisiones, que afectaron o modificaron los actos II y III, La Traviata se presento de nuevo en Venecia, pero esta vez en el Teatro San Benedetto. La representación fue todo un éxito de público y crítica, en gran parte que la soprano elegida para interpretar a Violetta era Maria Spezia Aldighieri, que se adecuaba a las características del personaje, además de su perfección lírica y su entrega dramática.

Fanny Salviny Donatelli.
La primera soprano en interpretar
a la mítica y dramática Violeta.
El 24 de mayo de 1856 la versión revisada fue internacionalizada, presentándose en Her Majesty's Theatre en Londres y le siguió el 3 de diciembre de aquel año su triunfal estreno en la ya cosmopolita ciudad de Nueva York. Desde entonces la popularidad ha sido constante y se ha mantenido en el repertorio hasta la actualidad.  Esta obra maestra de Verdi sigue siendo importante dentro del repertorio operístico estándar y aparece como la número 2 en la lista de Operabase de las óperas más representadas en todo el mundo para el período 2005-2010, la primera de Italia y de Verdi.

La Traviata empieza con una gran fiesta. Pero, antes, el Preludio del Acto I nos ha ofrecido un cuadro bien distinto: íntimo, reservado, imbuido por la suave y aterciopelada sonoridad de cuerdas. Es como si al principio viéramos una habitación vacía, silenciosa e inmensa en la penumbra, y luego la misma pero iluminada, llena de personas y de alegre fiesta. Desde el comienzo, la ópera parece querernos representar - enfrentadas y contrapuestas -  las dimensiones pública y privada de Violetta, sugiriendo un conflicto entre el ámbito colectivo y el individual de la protagonista, este dilema es típico en la obra verdiana, en donde lo exterior con sus imposiciones sociales y morales se enfrenta como amenaza a la felicidad del protagonista, en este caso la cortesana Violetta.

En La Traviata, lo exterior le llega a Violetta una primera vez en la persona de Alfredo, cuyo sincero amor ella presiente que puede conllevar el fin de su vida alegre y despreocupada. Pero mucho más inexorable es su llegada en el Acto II, cuando el padre de Alfredo le pide que renuncie a la relación con su hijo en nombre de las normas sociales. En esta perspectiva, La Traviata puede leerse como una sucesión de espacios llenos y vacíos, públicos e íntimos. El Acto I se presenta dividido en dos grandes zonas: primero la fiesta, luego, el monologo solitario de la protagonista. El Acto II invierte el esquema: primero el ámbito amable de la casa en la que Violetta y Alfredo han ido a vivir, luego, la fiesta en el palacio, donde Alfredo, convencido de haber sido traicionado, ofende y maltrata en público a Violetta.

Escena de La Traviata en el Teatro Villamarta de Jerez el 11 de Novienbre del 2010.

En el Acto III, se desarrolla enteramente en un espacio privado, apartado e intimo, donde solo se percibe lo exterior en los ecos festivos del Carnaval que ocurre en la calle, logrando Verdi unos acentos ensimismados nunca vistos o escuchados en unja de sus obras. Una dialéctica similar se establece en la escritura de la protagonista. Sus interpretaciones en el Acto I rebosan de piruetas vocales, adornos y escalas; todo un alarde de virtuosismo que apabulla y produce un efecto de decoración, coquetería y divertimento.

Pero a medida que la obra u ópera avanza, su línea de canto se simplifica, adquiere perfiles más intensos y esenciales. Uno de los extremos de esa progresión hacia la interioridad se encuentra en el Acto I, cuando Violetta responde a la declaración de amor de Alfredo con una melodía saltarina y superflua, “Ah se ció é ver fuggitemi.” , que terminará más tarde en las florituras de “Sempre Libera”. Mayor contraste no podría imaginarse con el Acto III, donde el espíritu de Violetta late en los matices, de una riqueza inusitada para un compositor tan efectista como Verdi, hasta abarcar el grado cero de la vocalidad operística: el recitado con el que la protagonista lee la carta del Germont padre.

María Callas como Violetta Valery en La Traviata de Verdi.
Callas llegó a interpretar a Violetta como ninguna otra, actuación que hasta ahora
no ha sido superada por otra diva del bel canto.
Violeta ama, Violeta muere. Pero, ¿en que difiere su trágico destino del paradigma de muchas otras heroínas de la ópera moderna? Hasta entonces la pasión había sido el motor de los personajes del melodrama italiano. Los odios y los amores de Rigoletto o Manrico aún están delineados con perfecta claridad, dibujan claroscuros perfectamente visibles para los espectadores. La pasión es un vínculo radical, absoluto, que no acepta medidas intermedias. El sentimiento en cambio admite todas las gradaciones, los sombreados. Es a partir de La Traviata que los protagonistas conquistan el privilegio de los sentimientos como ningunos otros hasta entonces. En la psicología de Violetta, el compositor introduce zonas de sombras que no son conocibles, transiciones mínimas a veces fáciles de intuir que de explicar. El centro emotivo de este dialogo de intensidades se encuentra acaso en el dúo del Acto II entre Violetta y Germont padre, uno de los más bellos y complejos salidos de la inspiración de Verdi. Todo aquí es un juego psicológico de ataques y respuestas, rendiciones, imploraciones e inventivas en las que las perspectivas se modifican constantemente.

Alfredo y Violetta.
Krauss y Callas en el Teatro de Sao Carlos en Lisboa, 1958
Violetta es el puro sentimiento de mujer, la dualidad de lo femenino y Verdi supo disponer de los caracteres psicológicos femeninos de una manera magistral, escribiendo uno de sus papeles más complejos, en donde todas las facetas interpretativas de una cantante están estimuladas de igual manera. Por un lado, hay una notable demanda de virtuosismo, con partes que requieren una soltura máxima en los saltos y las coloraturas. Pero al mismo tiempo hay que saber dominar el canto ligado y expresivo e incluso la recitación. La combinación de estos recursos converge en uno de los más fascinantes y matizados retratos femeninos de la historia de la ópera.

Quizás, por no decir la mejor, interpretación que se halla hecho de Violetta ha caído en la voz de María Callas. La diva griega estableció un grado de intensidad y empatía con la figura de Violetta como ninguna otra, hasta identificarse totalmente con ella. Su interpretación marca un antes y un después en la historia de La Traviata.

María Callas supo asumir y hacer suyos cada uno de los sentimientos del personajes y su asombrosa voz y expresividad en escena fueron hechos a la medida de Violetta, no me imagino a Verdi escuchando a la Callas interpretando a Violetta, de seguro hubiese llorado y aplaudido hasta fallecer. María Callas le dio otro matiz y otro concepto al personaje nunca hecho por otra, ni por sus anteriores o posteriores intérpretes. Para Callas, Violeta es una figura fuerte, nada ingenua o frágil, de una estatura casi trágica, para Callas, Violetta está dispuesta a asumir el amor con todas las consecuencias, tanto cuando es una cortesana como cuando se enamora de Alfredo. Es una víctima de la sociedad, y asume este papel con plena conciencia, con dignidad y casi con orgullo.

María Callas en plena representación de Violetta.
La primera vez que Callas interpreto a Violetta fue en 1952, dejando mudos a todos, en especial a la soprano alemana Elisabeth Schwarzkopf; tras la representación, la Schwarzkopf ofreció uno de los tributos más conmovedores: viéndose superada por María, no cantaría nunca más La Traviata. Cuando se le pidió una explicación, la Schwarzkopf respondió: “¿Cuál sería el sentido de hacerlo si otra artista lo puede hacer perfecto?”.  En 1955, Callas vuelve a interpretar a Violetta bajo la dirección musical de Carlo Maria Giulini y bajo la dirección de escena de Visconti, la Callas rebajo más de 35 kilos para darle veracidad al personaje tísico de Violetta, logrando a la perfección la construcción del personaje, no sólo a nivel vocal y expresivo, sino también en la imagen más real que se requería para hacerlo. Después de esto pocas se atrevieron a hacer el personaje, y quienes tuvieron la valentía de hacerlo, aunque lo hicieron bien y llenaron las expectativas del público y la crítica jamás han mejorado el virtuosismo escénico y de los medio expresivos y vocales de la gran “Divina”: María Callas.

Les dejo aquí en la voz de María Callas y Alfredo Krauss en "É strano!" y "Sempre Libera"


Por Félix Esteves

2 comentarios:

  1. La mejor violetta de todos los tiempos, nadie como ella sabe sacarle y imprimirle al personaje de verdi la actuacion requerida del personaje. Una ves mas bravo divina

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  2. La mejor violetta de todos los tiempos, nadie como ella sabe sacarle y imprimirle al personaje de verdi la actuacion requerida del personaje. Una ves mas bravo divina

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